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miércoles, 29 de enero de 2014

El Islam y los Profetas


La misión profética es un elemento fundamental en las religiones reveladas (judaísmo, cristianismo e Islam). Pero mientras en el judaísmo y el cristianismo posee un carácter nacional y temporal, en el Islam adquiere un sentido y unos estatus de carácter universal en espacio y tiempo.
Dios creó al hombre para un noble objetivo: consagrarle a un culto y llevar una vida virtuosa fundada en sus enseñanzas y sus preceptos. Pero, ¿cómo va a conocer el hombre su cometido y el objetivo de su existencia si no recibe las instrucciones claras y precisas de lo que Dios espera de él? Es aquí donde la misión profética es imprescindible. Dios ha elegido en cada nación uno o varios profetas para transmitir al pueblo su mensaje.
Podríamos preguntarnos cómo los profetas fueron elegidos y quién merecía entre los hombres un honor tan sublime.
El don de la misión profética es una bendición y un favor de Dios que puede otorgarlo a quien El desea. Sin embargo, y estudiando sus diversos mensajes a lo largo de toda la historia, podemos identificar tres características del profeta en general:
1. En el aspecto moral e intelectual, es el mejor miembro de la comunidad a la cual pertenece. Este punto es esencial, ya que la vida del profeta sirve de modelo a sus discípulos. Su persona debe ejercer una atracción positiva sobre el pueblo, para inducir a este último a aceptar el mensaje y no rechazarlo por defectos de carácter del profeta. Además, el propio profeta y tan pronto como ha recibido el mensaje se convierte en una persona infalible, lo que significa que está fuera de cualquier error. Los errores que comete caen dentro del plan educativo de la misión, y son inmediatamente corregidos por la revelación divina.

2. En apoyo del profeta, los milagros prueban que no es un impostor. Estos milagros son permitidos por Dios y otorgados por su divino poder. Se realizan, en general, dentro del marco de la nación del profeta y en aquellas cuestiones que suscitan el máximo interés de la comunidad. Podemos ilustrar este punto citando los milagros más sorprendentes de los tres profetas cuyos nombres están unidos a las tres religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Los contemporáneos de Moisés se destacaban en las prácticas de magia. Así, el mayor de sus milagros le hizo triunfar entre los mejores magos egipcios de su tiempo. Los contemporáneos de Jesús pasaron por hábiles médicos. En consecuencia, sus milagros consistieron en resucitar a los muertos y curar a los incurables. Los árabes contemporáneos del profeta Muhammad eran célebres por su elocuencia y por su admirable poesía. El mayor milagro de Muhammad fue el Corán. Esta obra que legiones de poetas, oradores, filósofos y pensadores árabes y no árabes jamás han podido igualar, a pesar de los constantes desafíos a los que les somete el Corán. Además, el milagro de Muhammad es de una naturaleza excepcional. Todos los milagros anteriores estaban limitados por el espacio y el tiempo, lo que quiere decir que se realizaban ante tal pueblo y en tal lugar. No es lo mismo que el milagro de Muhammad: el Corán se trata de un milagro universal y eterno. Las anteriores generaciones lo atestiguaron y las generaciones que vendrán testificarán también la naturaleza milagrosa de su estilo, de su contenido y de su elevación espiritual. En estas materias siempre se puede hacer la prueba y ella aportará de nuevo la constatación del origen divino del Corán.

3. Cada profeta afirma claramente que lo que recibe no le pertenece personalmente, Sino qué proviene de Dios para el bien de la humanidad, la confirmación de lo que fue revelado anteriormente a él y de lo que podrá ser revelado después, un profeta obra también de una manera que muestre que está contento de transmitir el mensaje que le ha encargado el Verdadero y Único Dios, el Señor de todos los hombres y de todos los tiempos. Así, el mensaje divino forma una unidad en su esencia y su objetivo. Por esto el profeta no puede apartarse de lo que ya ha sido revelado antes o desafine con lo transmitido después que a él.

Los profetas son imprescindibles para transmitir a la humanidad las instrucciones y los preceptos de Dios. Nosotros no tenemos ningún medio para saber por qué hemos sido creados. ¿Qué será de nosotros después de la muerte? ¿Existe una vida futura? ¿Somos responsables de nuestras acciones? En otros términos, ¿habrá recompensa adecuada a nuestra conducta en esta vida? A estas preguntas y también a otras concernientes a Dios, los ángeles, el paraíso, el infierno, etc., no podemos recibir respuesta sin una revelación directa de Dios, Quien conoce las cosas invisibles. Estas respuestas deben ser auténticas; deben ser aportadas por individuos que inspiren confianza y respeto. Por eso los Mensajeros forman la élite de sus sociedades respectivas desde el punto de vista de la conducta moral y de las capacidades intelectuales.

De ahí viene que el mensaje divino, transmitido por el sagrado Corán, no esté de acuerdo con las historias calumniosas que la Biblia contiene respecto a algunos grandes profetas. Por ejemplo, la Biblia cuenta que Lot en estado de embriaguez, cohabitó con sus hijas o que David mató a uno de sus oficiales con el propósito de desposar a su mujer. Los profetas están al margen de lo que indican tales historias. Estas no pueden considerarse ciertas desde el punto de vista islámico.

Además, Dios conduce a los profetas por vías milagrosas y los instruye para proclamar la continuidad del mensaje.
El contenido del mensaje que los profetas transmiten a la humanidad puede ser resumido en cuatro puntos:
a) Una clara noción de Dios: Sus atributos, Su creación, lo que debe serle imputado y lo que no puede serlo.
b) Una clara concepción del mundo invisible, los ángeles, el Paraíso y el Infierno, etc.
c) ¿Por qué Dios nos ha creado? ¿Qué espera de nosotros? ¿Qué recompensas nos proporciona nuestra obediencia o nuestra desobediencia para con El?
d) ¿Cómo regir nuestras sociedades de acuerdo con su voluntad? Estas sociedades precisan de instrucciones y leyes claras, que en el supuesto de que sean aplicadas exacta y honestamente darán lugar a una sociedad ideal y afortunada.
El resultado evidente de la precedente exposición es que nada puede sustituir a los profetas. Incluso en nuestros días, con el progreso de la ciencia, la revelación es la única fuente auténtica de información acerca del mundo sobrenatural y de las condiciones humanas, dentro del marco general en el que se desarrollan las leyes naturales.
En este momento, podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuántos profetas ha enviado Dios a la humanidad? Nosotros no lo sabemos con toda exactitud. Ciertos eruditos musulmanes han facilitado la cifra de 124.000. La única cosa segura es lo que está escrito en el Corán. Sabemos que Dios ha enviado al menos un mensajero a cada nación. Para ello nos basamos en que uno de los principios de Dios es el de no pedir cuentas nunca a un pueblo sin haberle previamente advertido con claridad sobre lo que debía y sobre lo que no debía hacer. El Corán cita el nombre de veinticinco profetas e indica que hubo otros de los que el profeta Muhammad no había oído hablar. Entre estos veinticinco encontramos a Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad. Estos profetas son los más importantes mensajeros de Dios. Son los llamados profetas «dotados de constancia», es decir, portadores de códigos legislativos completos, adecuados al tiempo y circunstancias de la revelación. El Islam es la última de estas revelaciones y conservará su vigencia hasta el fin de los tiempos.
Una característica que marca la creencia, islámica en el capítulo de los profetas se debe a Que los musulmanes creen y respetan todos los mensajeros de Dios sin ninguna excepción. Ya que todos los profetas son enviados por el Único Dios, y con el mismo objetivo: conducir la humanidad hacia Dios. Es esencial y lógico creer en todos. El hecho de aceptar a algunos y de rechazar a otros está fundado en una falsa idea de la función de los profetas, o quizá en un prejuicio racial. Los musulmanes son los únicos creyentes del mundo que tienen como artículo de fe el creer en todos los profetas de Dios. Los judíos rechazan a Jesús y a Muhammad (que la paz y la bendición sean con ambos); los cristianos rechazan a Muhammad (que la paz y la bendición sean con él) y en realidad también rechazan a Moisés, ya que no se mantienen fieles a sus leyes. Los musulmanes reconocen a todos ellos como los Enviados de Dios que han aportado una dirección divina a la humanidad. Sin embargo, la revelación que algunos profetas han recibido de Dios ha sido alterada de una manera o de otra. La fe en todos los mensajeros de Dios se encuentra explícita en el Corán.
« Decid: Creemos en Dios y en lo que nos fue revelado, en lo que reveló a Abraham, a Ismael, Isaac, Jacob y las doce tribus [descendientes de los hijos de Jacob], y lo que reveló a Moisés, Jesús y a los Profetas. No discriminamos entre ellos, y nos sometemos a Él. » (Corán 2,136).
En los siguientes versículos, el Corán continúa enseñando a los musulmanes que ésta es la creencia correcta, imparcial y cierta. Si las otras religiones apoyan esta misma creencia, ello quiere decir que siguen la vía justa. En el caso inverso, siguen sus propias fantasías y prejuicios y Dios se ocupará de ello:
« Así pues, si creen en lo mismo que vosotros habrán seguido la buena guía; y si vuelven sus espaldas, por cierto que estarán en una gran discrepancia. Dios bastará contra ellos. Él es Omnioyente, Omnisciente. Nuestra religión es la de Dios. ¿Y qué mejor religión que la de Dios? Y nosotros Le adoramos. » (Corán, 2, 137-138).
Existen al menos dos puntos importantes que conciernen a los profetas y que exigen ser aclarados. Se trata de las respectivas misiones de Jesús y de Muhammad como profetas, y éstas son normalmente mal entendidas.

La posición del Corán en lo relativo a Jesús consiste en rechazar categóricamente la noción de su divinidad, de su filiación divina, al mismo tiempo que lo reafirma como uno de los grandes profetas de Dios. El Corán establece que la concepción sin padre no hace a Jesús el hijo de Dios; cita a este respecto a Adán que fue creado por Dios sin padre ni madre:
« Por cierto que el ejemplo de Jesús ante Dios es semejante al de Adán, a quien creó de barro y luego le dijo: ¡Sé!, y fue. » (Corán, 3, 59).
Como otros profetas, Jesús hizo milagros. Por ejemplo resucitó un muerto, curó a los ciegos y a los leprosos. Pero al realizar estos milagros siempre dio a entender que todos sus poderes provenían de Dios.
De hecho, algunas falsas ideas sobre la persona y la misión de Jesús se difundieron entre sus discípulos, ya que el mensaje divino que él predicó no fue consignado durante su estancia en la tierra sino un centenar de años después. Según el Corán y el Evangelio, Jesús fue enviado únicamente a los hijos de Israel; ello confirma la verdad de la Torah que había sido revelado a Moisés y además aporta la buena nueva de la venida de un último mensajero después de él:
« Y cuando Jesús, hijo de María, dijo: ¡Oh, hijos de Israel! Yo soy e Mensajero de Dios, enviado a vosotros para corroborar la Torá y anunciar a un Mensajero que vendrá después de mí llamado Ahmad [Éste era uno de los nombres del Profeta Muhammad]. Pero cuando se les presentó con las evidencias, dijeron: ¡Esto es pura magia! .”» (Corán, 61.6).

Sin embargo, la mayoría de los judíos rechazaron las enseñanzas de Jesús, conspiraron contra su vida y después lo crucificaron. El Corán rechaza esta versión y afirma que no le han matado ni lo han crucificado, sino que más bien fue elevado junto a Dios, e indica que Jesús volverá a la tierra y que, entonces, todos los cristianos y los judíos creerán en él antes de su muerte. Esta predicción está igualmente apoyada por las declaraciones constatadas del profeta Muhammad (que la paz y la bendición sean con él).
El último profeta de Dios, Muhammad, nació en Arabia en el siglo sexto de la era cristiana. Hasta la edad de cuarenta años, la gente de la Meca no veía en él más que a un hombre de cualidades excelentes, de maneras cultivadas, le llamaban AL-AMIN, «digno de toda confianza». Incluso él mismo ignoraba que llegaría a ser un profeta y que recibiría la revelación de Dios. Ordenó a los idólatras de La Meca consagrarse al culto del Dios verdadero y considerarle como Su Profeta. La revelación que recibió en vida fue conservada en la memoria de sus compañeros y quedó igualmente constatada por escrito.
De este modo, el Corán de que disponemos hoy día es idéntico al que le fue revelado, ni una sola sílaba ha sido alterada ya que Dios mismo ha garantizado su conservación. El Corán se proclama guía de toda la humanidad y de todos los tiempos y considera a Muhammad como el último profeta de Dios.

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