domingo, 26 de enero de 2014
La mujer Musulmána es obediente con su marido
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La fiel musulmana siempre obedece a su marido en tanto no se involucre ningún pecado. Ella es respetuosa y siempre está dispuesta a complacerlo y hacerlo feliz. Si él es pobre, no se queja. Tampoco se queja de su trabajo en el hogar porque recuerda que muchas de las mujeres virtuosas de la historia islámica establecieron un ejemplo de paciencia, bondad y actitud positiva, al servir a sus maridos y cuidar de sus hogares, a pesar de la pobreza y las dificultades que enfrentaron.
Una de las más destacadas esposas ejemplares fue Fâtimah Az Zahrâ', la hija de Muhammad (sws) y esposa de ‘Ali Ibn Abî Tâlib. Ella solía quejarse del dolor en sus manos por triturar granos con el mortero. Su esposo ‘Ali Ibn Abî Tâlib le dijo un día:
"Tu padre ha comprado algunas esclavas, puedes ir y pedirle una para que venga y nos sirva". Ella fue hacia su padre, pero sintió demasiada timidez para pedirle lo que quería. ‘Ali, entonces, fue y le pidió que le proporcionase una sirviente para su amada hija. Pero el Profeta no podía corresponder a aquellos que eran más caros en sentimientos a él mientras ignoraba las necesidades de los pobres entre los musulmanes. Por eso fue a la casa de su hija y su esposo, y les dijo: "¿No os he enseñado algo mejor que lo que me pedisteis? Cuando os acostéis a la noche, repetid: 'Subhânallah' treinta y tres veces, 'Al Hamdulillah' treinta y tres veces, y 'Allahu Akbar', treinta y cuatro veces. Esto será mejor para vosotros que tener una sirviente".
Después se despidió y abandonó el lugar, luego de infundir en ellos esta ayuda divina que los haría olvidar su fatiga y los ayudaría a superar su agotamiento.
‘Ali comenzó a repetir las palabras que el Profeta les había enseñado. Luego comentaría:
"Nunca dejé de hacer esto, luego de que él me enseñó estas palabras."
Uno de sus compañeros le preguntó:
"¿Ni aún en la noche de Siffîn?" Él contestó: "Ni aún en la noche de Siffîn."
Asmâ' Bint Abî Bakr As Siddîq sirvió a su marido Az Zubair y cuidó de la casa. Su marido tenía un caballo al cual ella cuidaba alimentándolo y ejercitándolo. Ella también arreglaba la cubeta de agua, hacía pan y transportaba dátiles sobre su cabeza desde una larga distancia. Al Bujâri y Muslim relataron este hecho según sus propias palabras:
"Az Zubair se casó conmigo sin poseer riquezas, ni esclavos, nada, excepto su caballo. Yo solía alimentar a su caballo, cuidarlo y ejercitarlo. Además, trituraba huesos de dátiles para alimentar a su camello. Solía traer agua y reparar la cubeta, y estaba acostumbrada a hacer el pan, pero no podía hornearlo. Por ese motivo, algunas de mis vecinas, que eran mujeres amables, solían hornearlo por mí. También estaba acostumbrada a llevar dátiles sobre mi cabeza, desde el jardín que el Profeta la había dado a Az Zubair, y este jardín estaba a dos tercios de un farsaj de distancia (más de un kilómetro). Cierto día, regresaba con los dátiles sobre mi cabeza, y me topé con el Mensajero de Allah, junto un grupo de sus compañeros. Él me llamó, ordenó a su camello sentarse para que pudiera montar detrás de él. Le dije a (Az Zubair): 'Me sentí temerosa porque sé que tú eres un hombre celoso.' Él dijo: 'Peor para mí es verte cargar los dátiles sobre tu cabeza que verte montar detrás de él'. Tiempo después, Abû Bakr me envió una sirviente, quien me alivió de tener que cuidar al caballo; y fue como si me hubieran liberado de la esclavitud".
La auténtica musulmana se dedica a cuidar de su casa y de su marido. Ella conoce los derechos de su marido sobre ella, y cuán grandes son éstos, tal como fueron confirmados por las palabras del Profeta.
La musulmana debe cumplir sus deberes domésticos y cuidar de su marido con un espíritu alegre, ya que no está llevando una carga tediosa, ella está trabajando en su hogar, sabiendo que recibirá la recompensa de Allah .
Los Sahâbah y quienes los seguían comprendieron esta enseñanza islámica y la transmitieron del Profeta (sws). Cuando una novia se preparaba para el matrimonio, se le decía que sirviera a su futuro marido y cuidara de sus derechos. De esta manera, la mujer musulmana sabía los deberes para con su marido, y con el correr del tiempo el cuidado de su esposo y ser una buena esposa fueron atributos establecidos como propios de la mujer. Un ejemplo de este hecho, es lo dicho por el faqîh al hanbali Ibn Al Yauzi en su libro Ahkâm An Nisâ' (p. 331):
"En el segundo siglo de la Hégira vivía un hombre recto llamado Shu‘aib Ibn Harb que acostumbraba ayunar y pasar sus noches en oración. Él quería casarse con una mujer, y un día le dijo humildemente: "Yo soy un hombre de mal temperamento". Ella le respondió con discreción e ingenio: "Quien te haya hecho perder el temperamento es peor que tú". Al decir eso, él se dio cuenta que estaba ante una mujer inteligente, prudente y madura. Inmediatamente le dijo: "Tú serás mi esposa".
Esta mujer tenía un claro entendimiento de cómo llegar a ser una buena esposa, y así se lo confirmó al hombre que vino a pedir su mano al demostrarle que era una mujer que comprendía la psicología y la naturaleza de su marido y sabía lo que le agradaría y lo que lo disgustaría. Ella también era capaz de ganar su corazón, su admiración y respeto, y por otra parte, con esta actitud, cerraba las puertas a toda posible fuente de conflicto que pudiera quebrantar su vida matrimonial. La mujer que no comprenda estas realidades no es digna de ser una esposa exitosa, ya que su ignorancia y sus defectos pueden provocar que su marido pierda la calma. En este caso, ella será peor que él, al ser la causa directa de su enojo".
La musulmana discreta jamás se asemeja a esta clase de mujer. Ella ayuda a su marido a tener buen carácter, desplegando diferentes tipos de inteligencia, destreza, y agudeza en la forma de tratarlo. Esto hace que él abra su corazón a ella y provoca su cariño.
Una de las formas más importantes por la cual la musulmana obedece a su marido es respetando sus deseos en lo que concierne a los placeres permitidos de la vida diaria, tales como: visitas sociales, comida, vestimenta, conversación, etc. Cuando ella responda a sus deseos en dichos asuntos, la vida en pareja se volverá más feliz y agradable, y será más próxima al espíritu y las enseñanzas del Islam.
La musulmana no olvida que la obediencia a su marido es una de las cosas que pueden llevarla al Paraíso, como lo dijo el Profeta :
"Si una mujer reza sus cinco oraciones diarias, ayuna el mes de Ramadân, obedece a su esposo y guarda su pureza, entonces le será dicho: 'Entra al Paraíso por la puerta que desees'"
Umm Salamah dijo:
"El Mensajero de Allah dijo: 'Toda mujer que muera, y su marido haya estado complacido con ella, entrará al Paraíso'".
La fiel musulmana sabe que el Islam ha multiplicado su recompensa por obedecer a su marido, y ha hecho de este acto un medio por el cual puede ser admitida en el Paraíso.
El tema de proteger la castidad del hombre y de mantenerlo alejado de la tentación, es lo más importante entre todas las cosas que una mujer puede hacer, porque el Islam quiere que tanto hombres como mujeres vivan en un ambiente completamente puro y libre de cualquier motivo de fitnah o de placeres prohibidos. Las llamas del deseo sexual y los pensamientos que lo persiguen a través de medios harâm solamente pueden ser extinguidos por medio de la descarga de esa energía natural, de una manera lícita y natura
El entendimiento mutuo y la armonía entre el esposo y la esposa no podrá ser alcanzado a menos que exista una comprensión entre ellos sobre dichos asuntos, para que ninguno de los dos caiga en errores o problemas que pudieran dañar el matrimonio que el Islam ha edificado sobre las bases del amor y la misericordia, y del cual procura mantener su pureza, protección y armonía.
Si el esposo es un hombre mísero que gasta muy poco en ella y sus hijos, a ella se le permite gastar tanto como necesite de su riqueza en sí misma y en sus hijos. El Profeta expresó lo siguiente a Hind Bint ‘Utbah, la esposa de Abû Sufiân, cuando se presentó ante él y le dijo:
"Mensajero de Allah, Abû Sufiân es un hombre tacaño. Lo que él me proporciona no es suficiente para mí ni para mi hijo, a menos que tome de él sin su conocimiento". Él le dijo: "Toma lo que sea suficiente para ti y para tu hijo, con moderación".
Así, el Islam ha hecho a las mujeres responsables y de buena conducta en su manejo de los asuntos domésticos.
La fiel musulmana se describe siempre como una mujer cariñosa hacia sus hijos y preocupada por su marido. Éstas son dos de las cualidades más hermosas que una mujer, en cualquier época o lugar, puede poseer. El Profeta (sws) exaltó estas dos cualidades, encarnadas en las mujeres de Quraish, quienes representaron a las mejores mujeres entre los árabes, en cuanto al afecto por sus hijos, la preocupación por sus maridos, el respeto de sus derechos y el desvelo por sus bienes con cuidado, honestidad y sabiduría:
"Las mejores mujeres que montan camellos son las mujeres de Quraish. Ellas son las más compasivas para con sus hijos cuando son pequeños, y las más cuidadosas en lo concerniente a los bienes de sus esposos".
Éste es un apreciable testimonio por parte del Profeta (sws) ,donde se atestiguan las cualidades psicológicas y morales de las mujeres de Quraish que acrecentaron su belleza y virtud. Este testimonio representa una invitación a todas las mujeres musulmanas para que emulen a las mujeres de Quraish en el cariño hacia sus hijos y en el cuidado de sus maridos. Estas dos importantes características contribuirán al éxito de un matrimonio, promoviendo individuos y familias felices, y ayudando al progreso de una sociedad.
Para la mujer constituye un gran honor cuidar de su marido cada mañana y cada noche, dondequiera que vaya, tratándolo con dulzura y buenos modales. Esto llenará su vida de alegría, tranquilidad y estabilidad. Las mujeres musulmanas tienen el mejor ejemplo en ‘Â'ishah , quien acostumbraba acompañar al Profeta en el Hayy, cuidando de él, poniéndole perfume con sus propias manos, antes de entrar en estado de ihrâm, y después de finalizar su ihrâm, antes que efectuara el tauâf al ifâdah. Ella escogía para él el mejor perfume que pudiera encontrar. Esto está registrado en cierto número de Ahâdîz sahîhah recopilados por Al Bujâri y Muslim, por ejemplo:
"Aplicaba perfume al Mensajero de Allah con mis propias manos antes de entrar en estado de ihrâm y cuando lo concluía, antes de circunvalar la casa (es decir, la Ka‘bah)".
"Aplicaba perfume al Mensajero de Allah con mis dos manos cuando él entraba en ihrâm y cuando lo concluía, antes de realizar el tauâf." - y ella extendió sus manos". Dijo ‘Uruah:
"Le pregunté a ‘Â'ishah : ‘¿Con qué perfumabas al Mensajero de Allah en el momento en que entraba en estado de ihrâm?’ Ella dijo: 'Con el mejor perfume'".
De acuerdo a otro relato también recopilado por Muslim, ‘Â'ishah dijo:
"Apliqué el mejor perfume que pude encontrar al Mensajero de Allah antes de que entrara en ihrâm y al concluirlo, antes de que él realizara el tauâf al ifâdah".
Honrar y respetar al esposo es una de las actitudes características de esta Ummah. Es una de las buenas maneras conocidas desde el tiempo de la yâhiliiah, aprobada por el Islam y perpetuada por los árabes después de abrazar el Islam. Nuestra herencia árabe está llena de estos textos que elocuentemente describen el consejo dado por las madres a sus hijas, para cuidar del honor y respeto de sus esposos; estos textos pueden ser considerados como documentos sociales de incalculable valor.
Uno de los textos más famosos y hermosos, fue registrado por ‘Abd Al Mâlik Ibn ‘Umair Al Qurashi, una de los eruditos más sobresalientes del segundo siglo de la Hégira. Él citó las palabras de consejo dadas por Umâmah Bint Al Hâriz, una de las mujeres más elocuentes y cultas, de gran sabiduría y madurez, a su hija en vísperas de su casamiento. Estas bellas palabras merecen estar inscritas en tinta dorada.
‘Abd Al Mâlik narró:
"‘Auf Ibn Muhallim Ash Shaibâni, uno de los líderes más altamente respetados de la nobleza árabe, durante la yâhiliiah hizo casar a su hija Umm Iâs con Al Hâriz Ibn ‘Amr Al Kindi. Ella estaba lista para tomar la mano de su prometido, cuando su madre Umâmah vino hacia donde ella estaba para aconsejarla, y le dijo:
¡Hija mía! Juzgo innecesario darte este consejo debido a las buenas maneras y el noble origen, porque posees tales cualidades, pero te servirá como recordatorio a ti y a quienes lo olviden, y habrá de ayudar a quienes sean sabios.'
¡Hija mía! Si una mujer fuera capaz de arreglarse a solas, sin un esposo, por la virtud de la riqueza de su padre, y su necesidad por él, entonces tú de entre toda la gente, serías más capaz de arreglarte sin un esposo, pero las mujeres fueron creadas para los hombres, así como los hombres fueron creados para ellas.
¡Hija mía! Estás a punto de abandonar el hogar en el cual creciste, donde aprendiste a caminar por primera vez, para ir a un lugar que desconoces, a un compañero que no te es familiar. Al casarse contigo, él se ha convertido en tu señor, por lo tanto sé como una servidora para él, y él se convertirá en un servidor para ti.
Toma de mí estos diez consejos, que serán como una provisión y un recordatorio para ti.
El primero y el segundo de ellos son: sé feliz en su compañía, escúchalo y obedécele, porque el contento trae sosiego a la mente, y los actos de escuchar y obedecer al marido agradan a Allah.
El tercero y el cuarto de ellos son: asegúrate de oler y lucir bien; él no debe ver nada desagradable en ti, y no debe oler de ti más que un agradable aroma o un perfume. El kuhl es el mejor cosmético que existe, y el agua es mejor que el más exquisito perfume.
El quinto y el sexto de ellos son: prepara su comida puntualmente, y permanece quieta mientras él esté dormido, porque el hambre voraz es como una llama ardiente, y molestar a una persona cuando duerme es hacerla encolerizar.
El séptimo y el octavo de ellos son: cuida de sus sirvientes (o empleados) y de sus hijos, y cuida de su riqueza, porque el cuidado de sus bienes indica que lo aprecias y el cuidado de sus hijos y sirvientes muestra una buena administración.
El noveno y el décimo de ellos son: no reveles jamás ninguno de sus secretos, y nunca desobedezcas ninguna de sus órdenes, porque si revelas alguno de sus secretos nunca te sentirás a salvo de su posible traición, y si lo desobedeces, su corazón estará lleno de odio hacia ti.
Cuídate, hija mía, de mostrar alegría ante él cuando se encuentre alterado, y no muestres tristeza cuando él esté feliz, porque lo primero demuestra un juicio pobre, mientras que lo segundo lo hará infeliz.
Demuéstrale tanto honor y respeto como puedas, y concuerda con él tanto como puedas, a fin de que él disfrute de tu compañía y conversación.
Has de saber hija mía, que tú no conseguirás lo que deseas hasta que no sometas tu placer al de él y tus deseos a los suyos en todo lo que te agrade y disguste. Y que Allah elija lo mejor para ti y te proteja".[30]
Luego, ella fue tomada por su esposo, y el matrimonio fue un gran éxito, pues dio a luz a reyes que gobernaron después de él".
Estos consejos abarcan todo lo que una persona pueda imaginar, en cuanto a los buenos modales que una joven necesita saber para tratar a su esposo adecuadamente y ser una compañera apropiada. Las palabras de esta prudente madre merecen ser tomadas como el nivel de toda jovencita que está próxima a casarse.
Si ella fuera rica, la verdadera musulmana, no deja que su riqueza e independencia financiera la cieguen de la importancia de respetar los derechos de su marido sobre ella. Ella todavía cuida de él y lo honra, no importa cuán rica sea o pueda llegar a ser. Ella sabe que está obligada a demostrar gratitud a Allah, por las bendiciones con las cuales la ha agraciado, así pues, que incremente sus ayudas caritativas por la causa de Allah. La primera persona a quien ella debe dar generosamente es a su propio marido, si él fuera pobre; si éste fuera el caso, ella recibirá dos recompensas, una por prestar cuidado a un miembro de su familia, y otra por dar caridad, tal como el Profeta (sws) lo expresó en el Hadîz narrado por Zainab Az Zaqafiiah, la esposa de ‘Abdullah Ibn Mas‘ûd :
"El Profeta nos dijo: '¡Oh, mujeres! Dad en caridad aunque sea alguna de vuestras joyas'. Regresé a la casa de ‘Abdullah Ibn Mas‘ûd y le dije: 'Tú eres un hombre de poca riqueza, y el Profeta nos ordenó dar caridad, así que ve y pregúntale si es lícito para mí darte caridad. Si lo es, yo lo haré; si no es así, yo daré caridad a alguna otra persona'. ‘Abdullah dijo: 'No, ve tú y pregúntaselo'. De ese modo, fui y encontré a una mujer de los Ansâr en la puerta del Profeta, quien también tenía esta pregunta. Nos sentíamos muy temerosas de entrar, por respeto, entonces salió Bilâl y le pedimos lo siguiente: 'Ve y dile al Mensajero de Allah que hay dos mujeres en la puerta que desean saber si les está permitido dar sadaqah a sus maridos, y a los huérfanos bajo su cuidado. Pero no le digas quienes somos'. A continuación Bilâl entró a la casa y le comunicó este mensaje al Profeta , quien preguntó: '¿Quiénes son?' Bilâl le dijo: 'Una de las mujeres de los Ansâr y Zainab'. El Profeta preguntó: '¿Cuál de las Zainab es?'. Bilâl respondió: 'La esposa de ‘Abdullah.' El Profeta dijo: 'Ellas tendrán dos recompensas: la recompensa por mantener la relación familiar, y la recompensa por dar caridad".
De acuerdo con un relato brindado por Al Bujâri, él dijo:
"Tu esposo y tu hijo son más merecedores de tu caridad".
La fiel musulmana siempre se cuida de dar las gracias por las bendiciones de Allah si su vida es cómoda, y nunca pierde la paciencia si se encuentra con una dificultad. Ella tampoco olvida la advertencia que impartió el Profeta a las mujeres en general, cuando vio que la mayoría de los habitantes del Infierno eran mujeres. Por ese motivo, debe buscar refugio en Allah para no convertirse en una de ellas.
Al Bujâri y Muslim narraron de Ibn ‘Abbâs que el Profeta (sws) dijo:
"‘¡Oh, mujeres! Dad caridad, porque ciertamente he visto que vosotras formáis la mayoría de la población del Infierno’. Ellas le preguntaron: ‘¿A qué se debe esto, Mensajero de Allah?’. Él dijo: ‘Porque vosotras maldecís demasiado y sois ingratas del buen trato (por parte de vuestros esposos)’".
De acuerdo a otro relato recopilado por Al Bujâri, él dijo:
"Porque ellas son desagradecidas. Aunque las trates bien durante toda una vida, cuando vean una falta en ti, dirán: ‘¡Nunca he visto nada bueno en ti!’".
De acuerdo con un relato brindado por Ahmad, un hombre dijo:
"‘Mensajero de Allah, ¿Acaso ellas no son nuestras madres, hermanas y esposas?’. Él dijo: ‘Por supuesto, pero cuando son tratadas generosamente son desagradecidas, y cuando son puestas a prueba no tienen paciencia’".
Cuando la fiel musulmana reflexiona acerca de estos Ahâdîz sahîhah que describen el destino de la mayoría de las mujeres en el Más Allá, ella siempre se mantiene alerta para no caer en los pecados de la ingratitud hacia su marido, en las blasfemias frecuentes, la negación del buen trato a su marido, el olvido de dar las gracias por los momentos de tranquilidad, y la incapacidad de ser paciente en momentos de dificultad.
En cualquier caso, ella se apresura a dar caridad, tal como el Profeta (sws) urgió a todas las mujeres, con la esperanza de que la salvará de ese atroz destino que sobrevendrá a la mayoría de aquellas mujeres que se desviaron de la verdad y dejaron que los asuntos triviales las distrajeran de la remembranza de Allah y del Último Día.
La musulmana, por otra parte, establece el más excelso ejemplo de respeto hacia el marido, y toma nota de sus buenas cualidades. Ésta es la actitud de lealtad de la verdadera musulmana, que respeta los derechos de su marido y no ignora sus virtudes.
La historia de las mujeres musulmanas está llena de relatos que reflejan esta lealtad y reconocimiento de las buenas cualidades del esposo. Uno de estos relatos es el de Asmâ' Bint ‘Umais, quien fue una de las más grandes mujeres del Islam, y una de las primeras mujeres en emigrar a Al Madînah. Ella se casó con Ya‘far Ibn Abî Tâlib, luego con Abû Bakr As Siddîq, y luego con ‘Ali. En cierta ocasión, sus dos hijos Muhammad Ibn Ya‘far y Muhammad Ibn Abî Bakr estaban compitiendo el uno con el otro. Cada uno decía:
"Yo soy mejor que tú, y mi padre fue mejor que el tuyo". ‘Ali le dijo: "Juzga entre ellos, Asmâ'". Ella dijo: "Jamás he visto a un hombre joven entre los árabes que fuera mejor que Ya‘far, y jamás he visto a un hombre maduro que fuera mejor que Abû Bakr". Dijo ‘Ali: "No has dejado nada para mí. ¡Si hubieras dicho alguna otra cosa distinta de lo que dijiste, te hubiera odiado!". Asmâ' dijo: "Tú estás entre los tres mejores aunque seas el menor de ellos".
¡Qué inteligente y elocuente respuesta dio esta sabia mujer!
Ella asignó a cada uno de sus tres maridos el respeto que se merecían, y complació a ‘Ali a pesar de ser el menor, porque incluyó a todos ellos en ese grupo de los mejores hombres.
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