Hay una diferencia fundamental entre la tradición islámica intelectual y la ciencia y enseñanza moderna. Una forma de entender esto es que los intelectuales musulmanes han intentado llegar a una visión unitaria y unificada de todas las cosas actualizando el espíritu divino latente en todo ser humano, un espíritu que muchas veces han llamado ‘aql –intelecto.
En contraste con esto, lo científicos
modernos quieren alcanzar un entendimiento aún más preciso y exacto de
las cosas, que sea útil para adquirir más control sobre el medio
ambiente, el cuerpo humano y la sociedad. Este control, aun así, no le
es dado a la inteligencia del representante de Dios en la tierra –una
inteligencia que por definición incluye la totalidad de la perfección
moral y ética. Sino que, este control, es entregado a las pasiones de la
ignorante y olvidadiza individualidad –a los que se le llama nafs, o
ego en los textos islámicos.
Esto es bastante obvio en las varias
formas de gobierno que han aparecido en el mundo moderno, todas las que
utilizan esta ventaja tecnológica y científica para subyugar a su gente.
Incluso en los gobiernos “democráticos”, tal y como reconoció Platón
hace tiempo, pueden convertirse en el gobierno de las pasiones humanas.
Me gustaría apuntar otra característica
más de la tradición islámica intelectual, que la pone en marcado
contraste con la enseñanza moderna. Esta tiene que ver con las
implicaciones de lo que se conoce como tahqiq. Tahqiq significa
verificar o darse cuenta de las cosas, o lo que es lo mismo darle a cada
cosa su haqq –realidad- en vista de la realidad absoluta que es Dios.
En el pensamiento moderno islámico, tahqiq a veces es usado para
traducir ‘investigación científica’. De cualquier manera, los
intelectuales tradicionales musulmanes no hubiesen reconocido el tahqiq
en cualquier forma de investigación moderna. La razón básica de esto es
que la investigación moderna está basada esencialmente en el taqlid, no
en el tahqiq, que es lo mismo que decir que está siempre basada
completamente sobre los descubrimientos de científicos anteriores.
Por otro lado, el tahqiq entendido por
los intelectuales musulmanes no aceptaba todo taqlid. Sino que era una
actividad intensa y personal cuya meta era el descubrimiento del haqq
por le inteligencia propia del buscador. Esta inteligencia era entendida
y por supuesto experimentada, como aliento de consciencia
supra-individualidad, transpersonal y universal que fue ‘soplado’ en
Adam cuando fue creado.
Desde el punto de vista de la ciencia
moderna, que está basada en el taqlid, todo buscador de conocimiento en
la tradición intelectual islámica estaba intentando ‘reinventar la
rueda’. Pero es precisamente la implicación tecnológica del
conocimiento, implicada en esa expresión, que no era la meta de la
búsqueda. Sino que la meta era la sabiduría, y la sabiduría solo puede
ser descubierta donde reside. La sabiduría reside en la inteligencia
viva y la actividad ética, en ningún otro sitio.
Es un error común de interpretación de
la historia intelectual islámica decir que los eruditos musulmanes
hicieron importante descubrimiento pero luego no pudieron hacer un
seguimiento de ellos, por lo que la antorcha del conocimiento fue pasada
a Occidente. Esto es buscar la metodología empírica y las metas
prácticas de la ciencia moderna en los métodos intelectuales y metas
espirituales de la tradición de la sabiduría.
No, la meta no era crear una piscina de
información de la cual otros científicos pudiesen tomar y construir y de
la que saldría tecnología con un fin práctico. Esto no era sino una
consecuencia secundaria, aun así importante. Sino que la meta era el
tahqiq que es descubrir la verdad en uno mismo por uno mismo. Las
aplicaciones prácticas mundanas eran secundarias. Una atención excesiva
al bienestar físico y el beneficio material era considerado el signo de
un intelectual fallido.
En resumen, el verdadero buscador de
conocimiento tenía otra meta, que era la de ver por sí mismo. El
verdadero buscador de conocimiento sabía que, como dice Rumi, “Ser
humano es ver, el resto es piel”. Ver por uno mismo es llamado tahqiq, y
es entender el haqq de las cosas –su verdad y realidad- y luego el
poner cada cosa en su sitio de acuerdo a su haqq.
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