La voluntad y el poder del ser humano existen por la voluntad de Dios y Su poder.
Alabado sea Dios, quien bien facilita a sus siervos adorarle. Lo alabamos por allanarnos el camino de la obediencia. Atestiguo que no hay otra divinidad excepto Dios, Único, quien no tiene copartícipes, y atestiguo que Muhammad es su Siervo y Mensajero, que la paz y las bendiciones sean con él, con su familia, con sus compañeros, y con todos aquellos que sigan su guía.
Fue la voluntad de Dios el crear a las criaturas existentes y El mismo prescribió que esto sea con un designio y atributos específicos. Dice la Palabra de Dios: “Creó todas las cosas determinando su justa medida” (Sagrado Corán 25:2) Él las dispuso para su lugar y su utilidad con sabiduría y asombrosa precisión.
Él es el que conoce que les sucederá a sus criaturas. Ordenó al cálamo que escriba lo que sucederá hasta el día de la resurrección. La Palabra de Dios dice: “Sabe que a Dios pertenece cuanto hay en el cielo y en la Tierra. En verdad, todo está registrado en un libro en la Tabla Protegida; ello es fácil para Dios”. (Sagrado Corán 22:70)
Todo lo que sucede en el universo de acciones y situaciones sucede por la voluntad de Dios. La Palabra de Dios dice: “Él crea lo que quiere porque es Omnisciente y tiene poder sobre todas las cosas” (Sagrado Corán 30:54) y no sucede nada si no es por predestinación de Dios y su voluntad.
La Palabra de Dios dice: “Y no digas ¡Oh, Muhammad! acerca de algo: ¡Ciertamente lo haré mañana! Salvo que agregues: ¡Si Dios quiere! Y si te olvidas di: Señor mío facilítame los medios para poder hacerlo”. (Sagrado Corán 18:23-24); entonces, lo que Dios desea sucede y lo que no desea no sucede.
La fe en el designio divino y el destino es parte de los pilares de la fe sin los cuales no es válida la fe. El designio divino y el destino es la determinación de Dios sobre sus criaturas según lo que anticipó su conocimiento y determinó su sabiduría.
La fe en el designio divino implica cuatro cosas básicas:
Primero: la fe en que Dios sabe todas las cosas, en general y en detalle, por siempre, ya sea que se trate de sus propias acciones o las de sus siervos.
Segundo: la fe en que Dios hizo escribir eso en unas fojas custodiadas. En el Sahih de Muslim, ‘Abdul-lah bin ‘Amru ibn Al ‘As, Dios se complazca de él, reportó que oyó al Profeta de Dios, la paz y bendiciones de Dios sean con él, decir: “Dios escribió y designó la medida de las cosas cincuenta mil años de crear los cielos y la tierra”.
Tercero: la fe en que todos los seres existen sólo por la voluntad de Dios por sus propios actos o los actos de sus criaturas.
Cuarto: la fe en que todos los seres son creados por Dios en su esencia, sus atributos y sus acciones.
La fe en el destino del modo que hemos descrito no contradice el hecho de que el ser humano tiene libre albedrío en sus acciones voluntarias; la ley islámica y la experiencia son prueba de ello.
Toda persona consciente sabe que tiene albedrío y poder; con ambos hace algunas cosas y evita otras. La persona sabe lo que ocurre por su voluntad y lo que ocurre por sobre su voluntad.
Sin embargo, la voluntad y el poder del ser humano existen por la voluntad de Dios y su poder. Porque todo el universo es de Dios y nada sucede en él sino es por su voluntad y conocimiento.
La fe en el destino del modo descrito no da al hombre una excusa o justificación sobre las cosas que omite de sus obligaciones o comete de pecados. Justificar las faltas con el destino es algo inaceptable. Si el destino fuese una excusa para los extraviados no tendría por qué dejar de serlo luego de ser enviados profetas y mensajeros de Dios pues los extravíos cometidos después de haberles enviado serían igualmente atribuidos al destino.
En un hadiz muttafaq ‘alaih, Alí bin Abi Talib, Dios se complazca de él, reportó que el Profeta de Dios, la paz y bendiciones de Dios sean con él, dijo: “Todos ustedes y todos los seres humanos tienen prescrito su lugar en el Paraíso o en el Infierno y tiene prescrito si serán felices o desdichados”. Un hombre dijo: ‘¡Mensajero de Dios! ¿Y si nos encomendamos a nuestro destino prescrito y dejamos de hacer buenas obras?´ Quien esté destinado de nosotros al Paraíso obrará según la gente del Paraíso; y quien sea de los desdichados obrará como uno de los desdichados’. Él respondió: “Las obras de la gente del Paraíso se harán fáciles para la gente del Paraíso y las obras de los desdichados se harán fáciles para los desdichados”. Luego recitó: “A quien dé, tema a Dios y crea en lo más bello le facilitaremos el acceso a la felicidad...” (Sagrado Corán 92:5-7). Así pues, ordenó actuar y no confiarse del destino.
Dios les ordena unas cosas a las personas y les prohíbe otras y no les ordena hacer sino lo que pueden. Si el ser humano estuviese obligado por el destino a hacer algunas cosas estaría siendo ordenado de hacer algo que de principio no puede evitar y eso sería ilógico y absurdo. Por esto mismo, cuando una persona comete una falta por ignorancia, por olvido o coacción pues no carga con culpa alguna y está disculpada.
El destino predeterminado por Dios es algo secreto que nadie conoce hasta que sucede lo prescrito; en cambio la voluntad de una persona de realizar una acción es anterior a la acción misma, por lo tanto no se levanta en un conocimiento previo de lo que Dios dispuso en su destino. Así pues, no hay excusa basándose en lo que no se conoce.
Vemos que todas las personas se esfuerzan procurando su conveniencia en los asuntos mundanos y no las vemos abandonar su conveniencia y excusarse en el destino; entonces ¿Por qué las vemos evitar lo que les conviene en su práctica de adoración para hacer otras cosas que no les convienen y luego se excusan en el destino? ¿Acaso no son iguales ambos casos?
Les doy un ejemplo aclarativo: si una persona tuviera ante sí la elección de elegir uno de dos caminos; el primero hacia un lugar desordenado y peligroso y el segundo hacia un lugar limpio, ordenado y seguro ¿Cuál elegiría? Con seguridad elegiría el camino que le lleva al lugar seguro y ordenado. Ningún ser racional elegiría ir al lugar caótico y peligroso para después culpar de ello al destino ¿Por qué, entonces, en los asuntos de la otra vida eligen el infierno en vez del paraíso y se excusan en el destino?
Otro ejemplo: un enfermo que debe tomar su medicina y la toma aunque le desagrade su sabor y si se le prohíbe la comida que le perjudica la evita aunque le guste mucho, pero lo hace procurando la salud. De ninguna manera se le aceptaría que evite los medicamentos prescritos y coma lo que le perjudica para luego culpar al destino ¿Por qué entonces la persona evita lo que le ordenó Dios y su Mensajero y hace lo que les prohibió Dios y su mensajero y luego culpa al destino?
El que culpa al destino por las faltas cometidas o las obligaciones incumplidas, si alguien le agrede física o moralmente ¿Aceptaría que se lo culpe al destino y que su agresor diga: te agredí por culpa del destino no me culpes a mí? ¡Claro que no lo aceptaría! ¿Cómo es que no acepta que se culpe al destino cuando lo agreden a él y acepta que se culpe al destino cuando se transgreden los límites impuestos por Dios?
La fe en el destino produce maravillosos frutos:
1. Confiar en Dios al tomar las medidas necesarias para el éxito y no confiarse sólo en las medidas, pues el destino está en manos de Dios.
2. Evitar vanagloriarse al conseguir cosas con esfuerzo, sabiendo que lo logrado que Dios predestinó a través de las medidas del éxito.
3. La tranquilidad ante lo que sucede por el destino y la predestinación. A no preocuparse por perder algo deseado o por alguna desgracia; se debe saber que esto lo predeterminó Dios, Soberano de los cielos y la tierra, y que no se podía evitar para empezar.
Dijo el Profeta de Dios, la paz y bendiciones de Dios sean con él: “Es sorprendente la situación del creyente, pues todo lo que le pasa al creyente le beneficia- esto es algo que sólo se le concede al él- si le llega algo bueno agradece y eso es bueno para él y si le azota una desgracia tiene paciencia y eso es bueno para él”. Lo citó Muslim.
Viernes 3 Jumada Al Thani de 1432 / 6 de Mayo de 2011
Sheij Muhammad Al Ruwaili
Mezquita del Centro Cultural Islámico "Custodio de las Dos Sagradas Mezquitas, Rey Fahd". Buenos Aires (Argentina)
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