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jueves, 16 de enero de 2014

La muerte y la vida

 

"Cada uno gustará la muerte, pero no recibiréis vuestra recompensa íntegra hasta el día dela Resurrección. Habrá triunfado quien sea preservado del Fuego e introducido en el Jardín. La vida de acá no es más que falaz disfrute." La familia de Imran (Alí Emran) 3/185

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El tiempo que marca nuestra existencia en este plano dimensional que llamamos vida, lo llenamos con sucesos que no podemos controlar y otros que intentamos hacerlo. Hablamos del pasado con el sabor de la nostalgia de un recuerdo y la ilusión de volver a revivirlo utilizando la experiencia del presente sin darnos cuenta que en la distancia del tiempo, aquellos lugares, aquellas personas, aquellas circunstancias, han ido cambiando en la medida que también ha cambiado nuestra vida. Hablamos del futuro con la visión proyectada a nuestra existencia en el tiempo transcurrido desde una milésima de segundo hasta el último aliento de oxígeno que entra a nuestros pulmones, un hecho físico simple que no podemos controlar y que nos condiciona para vivir, y es lo único cierto y real de lo que significa nuestro presente. Pero tenemos la costumbre de hablar del presente de un período de tiempo más allá confundiendo el ahora, el hoy, esta semana, este mes, este año, con lo que aún no ha pasado, convirtiendo el presente en futuro. Todo ello, es LA VIDA.

LA MUERTE, en cambio, la tomamos como la ejecutora que elimina la vida con la contradicción que afirmamos que forma parte de ella misma, y ​​que todo lo que nace, muere. Entonces entra en juego la espiritualidad divina humanizada en diferentes creencias que, con sus rituales, hacen vida en la muerte como una despedida para siempre o como un paso a la otra vida donde nos volveremos a reencontrar, y que nos da la esperanza para continuar nuestro camino futuro hasta ese mismo momento que también tendremos que pasar. Dos reflexiones al respecto: hablamos de la muerte como una parte de la vida y como otra vida, y por lo tanto, podríamos considerar que morir o vivir, es un aliento de aire, y ¿por qué no este aliento podría ser Dios?

Ser agnóstico o no creyente es ser tan hipócrita como respetable desde el punto de vista que nuestra propia vida nos condiciona esta forma de pensar dependiendo de nuestras experiencias vividas o de personas que nos rodean condicionadas de la misma manera, y susceptibles a que otra persona los quiera hacer ver que están equivocadas o les obliguen o coaccionen a pensar de la misma manera, y más allá de que puedan tener razón o no, ellos y los demás, no cambia nada su vida o su muerte, el milagro o misterio de nuestro aliento de oxígeno.

Ahora bien, el hecho de compartir este aliento sin exclusión natural sea humano, animal o vegetal, desde la más ínfima molécula hasta el agua de la que todo el mundo forma parte en medida, ¿hay algo más extraordinario y universal que lo pueda superar? Entonces, cuando hablamos de Dios, creyentes o no, ¿podríamos afirmar lo mismo? ¿Podríamos decir que vida y muerte son lo mismo, y que como fuente de vida es el aliento que forma el todo, pasado, presente y futuro en único denominador común en origen y destino? En verdad, ya lo hacemos cuando llamamos de forma individual o colectiva, sujeto a creencias o no, en nuestro pensamiento interior o en la asociación a un omnipotente Dios con el nombre que queramos escoger proveniente de la naturaleza que nos rodea o de hechos extraordinarios relatados por mensajeros de la historia de la humanidad.

Religiosos, científicos o personas como tú o yo, buscamos cada día la respuesta a la pregunta visionaria del porqué de las cosas, sin parar a pensar que la respuesta radica en nuestro interior y no en nuestro exterior personal y el que nos rodea. No hace falta ir al espacio exterior galáctico o los cromosomas del ADN para encontrar la respuesta de nuestra identidad.

Vivir y morir es lo mismo. A veces morimos en vida con los sufrimientos de la propia vida, y a veces vivimos muriendo con este sufrimiento. Huyendo de tópicos y frases hechas, respirad en paz el aliento de la vida y dejar respirar en paz también el aliento de los demás. No es la solución, pero quizás es el camino. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".

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