El Islam aparece en la península árabe en la primera parte del siglo VII d.c., por la prédica del Profeta Muhammad (BP) , quien a lo largo de los 23 años que dura su misión deja instaurada una nueva religión que, no obstante, no se presenta como una novedad sino como la culminación natural de la profecía representada por los mensajeros divinos anteriores: Abraham, Moisés, los Profetas de Israel y Jesús (para mencionar sólo el tronco abrahámico).
Cuando el Profeta Muhammad (BP) abandona este mundo deja tras de sí dos tesoros de valor incalculable para los musulmanes: En primer lugar un libro divino, el Sagrado Corán, que le fuera revelado versículo a versículo a lo largo de su misión, siendo memorizado y puesto por escrito mientras esto ocurría por sus discípulos y compañeros; y en segundo lugar lo que se conoce como su Sunnah (lit.: costumbre, practica, uso, tradición), es decir, la enseñanza que el Profeta dió por sí mismo en multitud de cuestiones. Su conducta personal, su forma de ser, sus dichos sabios, sus orientaciones espirituales y devociónales, su enseñanza y explicación (exégesis) de la revelación coránica, etc, etc.
Cuando el Profeta Muhammad (BP) abandona este mundo deja tras de sí dos tesoros de valor incalculable para los musulmanes: En primer lugar un libro divino, el Sagrado Corán, que le fuera revelado versículo a versículo a lo largo de su misión, siendo memorizado y puesto por escrito mientras esto ocurría por sus discípulos y compañeros; y en segundo lugar lo que se conoce como su Sunnah (lit.: costumbre, practica, uso, tradición), es decir, la enseñanza que el Profeta dió por sí mismo en multitud de cuestiones. Su conducta personal, su forma de ser, sus dichos sabios, sus orientaciones espirituales y devociónales, su enseñanza y explicación (exégesis) de la revelación coránica, etc, etc.
Los musulmanes distinguen claramente entre dos fuentes de la doctrina y la Ley Islámica o Shariia (El Corán y la Sunnah), pero si bien son sin duda dos entidades separadas, están tan estrechamente ligadas que no se puede concebir la una sin la otra. Pues es a través de Muhammad (BP) que nos ha llegado el Corán, y él es la personificación más perfecta de la enseñanza revelada, por lo tanto es en su noble personalidad que encontramos la dimensión humana y cotidiana del mensaje divino.
La Sunnah del profeta Muhammad (BP) se encuentra compilada en miles de tradiciones (arabe-hadiz, plural-ahadiz), reunidas en numerosas obras, algunas de las cuales constan de varios volúmenes cuya extensión supera largamente a la del Sagrado Corán. Los hadices refieren dichos, conductas, indicaciones, aprobaciones tácitas, etc., proferidas por el Profeta (BP) a lo largo de su vida como tal, y fueron recogidos por sus contemporáneos, sus Compañeros y discípulos, y transmitidos a las generaciones futuras.
En los 23 años de la misión profética los Compañeros del Mensajero de Allah (BP) lo frecuentaron asiduamente y lo vieron actuar en todos los ámbitos imaginables: Como hombre, con su familia e hijos, como gobernante de la comunidad islámica, como juez en los litigios, como comandante en las expediciones militares, como maestro espiritual designado para perfeccionar la conducta humana, en suma; como hombre ejemplar. No existe una literatura tan extensa y detallada sobre ninguno de los Profetas anteriores y fundadores de grandes religiones, lo cuál confirma su trascendencia como Sello de la Profecía, el modelo por excelencia del hombre más completo que haya existido.
Los sabios musulmanes están de acuerdo que la Sunnah recogida en las colecciones de hadices, constituye la segunda fuente del Islam en importancia, en lo que hace a definir la doctrina y la ley en todos sus aspectos. De ahí que su estudio sea esencial para comprender el Islam en forma completa.
A diferencia del Sagrado Corán, que fue traducido desde la antigüedad, a diversas lenguas, no ha ocurrido lo mismo con las colecciones de hadices o tradiciones proféticas hasta la Época Moderna. Y, aún hoy en día, salvo recopilaciones parciales, sólo algunas de las principales colecciones de hadices se han volcado a otros idiomas, excepción hecha, claro está, de las traducciones que siempre se han hecho a lenguas propias de importantes pueblos de la comunidad islámica universal (v.gr. persa, turco, urdú, etc.).
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